Oaxaca de Juárez, Oaxaca, a 18 de diciembre de 2017.
Al Gobierno del estado de Oaxaca.
A las y los diputadas y diputados de la LXIII
Legislatura, H. Congreso del estado de Oaxaca.
A la opinión pública.
Documento resultante de
las discusiones y acuerdos alcanzados durante el Foro “Políticas y legislación
del agua en Oaxaca”, organizado por el Foro Oaxaqueño del Agua (FOA) y el
Observatorio Ambiental Ciudadano de Oaxaca (OAC), el 8 de diciembre de 2017 en
la Casa de la Ciudad.
• Siendo el agua un asunto
tan importante, exigimos que cualquier iniciativa de ley sea precedida por una
discusión amplia, pública e informada.
• Proponemos que la
gestión y la legislación hídricas se sustenten en los Diez Puntos de la Política del Agua, discutidos y acordados en la
asamblea del FOA y base de su práctica. Destacamos el reconocimiento del agua
como un bien común (social y cultural) y no como mercancía.
• Consideramos que una ley
de agua de nueva generación, integral y participativa, debería incluir al menos
los siguientes elementos:
1. Garantizar el derecho
humano al agua y su saneamiento, como uso prioritario, asequible, con
asignación del máximo de recursos disponibles (y no gradual como propone la
iniciativa de ley estatal de aguas), y con mecanismos para defenderlo.
2. Mantener los servicios
municipales de agua potable y saneamiento como exclusivamente públicos (y no
con participación privada como prevé la iniciativa).
3. Reconocer y garantizar
la autodeterminación de los pueblos originarios y sus derechos sobre agua y
territorio.
4. Incluir como objetivo
la gestión territorial, por cuenca, en vez de concentrarse sólo en la
administración de servicios de agua potable y saneamiento. Esto requiere planes
hídricos consensuados a nivel de cuenca, como mecanismo básico de definición de
obras y acciones y presupuestos, que consideren obligatoriamente el Programa de
Ordenamiento Ecológico Regional del Territorio del Estado de Oaxaca (POERTEO).
5. Prever mecanismos de
consenso social para jerarquizar las prioridades de acceso al agua por cada
cuenca, donde sea siempre prioritario el mantenimiento de los sistemas
ecológicos (revegetación, caudal ecológico, regeneración de cañadas).
6. Asegurar la
participación democrática en la gestión del agua, lo que requiere ciudadanizar
la Comisión Estatal del Agua creando una contraloría autónoma y asegurando que
la mayoría de sus miembros sean elegidos democráticamente, asegurando la
inclusión de las mujeres desde una perspectiva de igualdad de género. Para avanzar
en la coadministración social también se debe reconocer a las autoridades
agrarias y organizaciones comunitarias y civiles como autoridades en la
materia.
7. Establecer mecanismos
efectivos de contraloría social, como una Defensoría Social del Agua.
8. Asegurar acceso pleno a
la información, especialmente sobre aprovechamientos y concesiones, así como
garantía de consulta informada sobre planes, obras y acciones a nivel estatal y
municipal. No más obras discrecionales de autoridades.
9. Definir medidas
efectivas de prevención de la contaminación y saneamiento, entre otras, obligación de tratamiento de contaminantes de
grandes emisores (fábricas, minas, hospitales, etc.)
10. Prever mecanismos de
regulación de desarrollo urbano, especialmente en casos de estrés hídrico, y de
gestión de aguas pluviales urbanas. Establecer la obligatoriedad de dictámenes
de impacto socio-hídrico para nuevos desarrollos y obras, y separación de
drenajes pluviales y de cosecha de lluvia en nuevas obras públicas y privadas.
11. Facilitar la concesión
de la zona federal de ríos y arroyos a ejidos, comunidades agrarias y municipios.
ANEXO
DIEZ PUNTOS PARA UNA POLITICA DEL AGUA
1. El agua es fuente de vida y cultura. El
agua es sagrada porque sustenta la vida; es limitada, ya que depende de su
ciclo, que es frágil. Debemos adaptarnos a los ritmos de la naturaleza y no
pretender dominarla. Todas las grandes civilizaciones florecieron en las
cercanías de ríos y lagos, y el agua está presente en todos los aspectos de
una cultura: la vida cotidiana, las actividades agrícolas e industriales, el
esparcimiento, el arte, la espiritualidad.
2. El agua es un bien común, no una mercancía.
El agua es un bien de todos, un derecho humano. No puede tener un valor
económico ni debemos ceder al mercado la función de regular nuestro acceso a
ella. No obstante, los servicios, como el de agua potable y de uso industrial o
agrícola, deben tener precios justos, en relación con el consumo y el uso. La
modificación de tarifas debe seguir siempre a un auténtico proceso de consulta
y discusión, y una parte significativa de la recaudación debe destinarse a
conservar las esponjas naturales.
3. Cuidar el agua es responsabilidad común. Solucionar los actuales problemas con el agua necesita de
todos. El esfuerzo va desde el ámbito de los hogares hasta los distintos
niveles de gobierno y la participación de las mujeres es particularmente
importante. Hay que fortalecer los espacios de concertación que permitan hacer
acuerdos para cuidar el agua entre todos los actores: grupos sociales,
productores, instituciones, autoridades.
4. Concentrar los esfuerzos en los niveles local y de
cuenca. Tenemos que trabajar
localmente, pero pensando en toda la cuenca de la que formamos parte. Las
cuencas son unidades naturales en las que el agua vincula a la naturaleza y la
gente que habita en ellas. Hay que restaurar y conservar los procesos naturales
de los que depende el agua y al mismo tiempo buscar opciones de mejoramiento
social.
5. Garantizar el acceso de todos al agua para
subsistencia. Como el agua es limitada,
debemos repartirla bien y usarla bien. Es importante ordenar sus usos de manera
que se asegure el equilibrio natural que permita seguir teniendo agua y que
todos tengan acceso al agua para vivir. Se propone este orden:
° Mantenimiento de los
sistemas naturales
° Satisfacción de las
necesidades básicas
° Usos sociales y
comunitarios
° Actividades
agropecuarias
° Usos privados de
beneficio económico
6. Apoyar a las comunidades rurales que aseguran el
mantenimiento del agua. Se debe
compensar a las comunidades que protegen las fuentes de agua. Esto deberían
hacerlo los usuarios del agua, especialmente los de las ciudades. Como
alternativa al esquema gubernamental de servicios ambientales, que no ha dado
los resultados esperados, pueden crearse Fondos para la Producción sustentable
e impulsar iniciativas locales de regeneración
ecológica y transformación productiva.
7. Conservar las esponjas naturales en vez de
importar agua de otras cuencas. Para asegurar el abasto de agua es
necesario conservar las zonas naturales de captación y regenerar los
ecosistemas. No basta con plantar árboles, hay que cuidar su crecimiento,
enriquecer los suelos y prevenir la erosión. Se debe regenerar ríos y arroyos,
favorecer el crecimiento de la vegetación natural y controlar incendios y
plagas. Hay que promover actividades productivas diversificadas y sustentables,
y definitivamente deben cancelarse los proyectos para llevar agua de una cuenca
a otra, por sus altos costos económicos, ambientales y sociales.
8. Buscar alternativas al drenaje. El drenaje convencional es una de las principales causas
de desperdicio de agua en las casas y de contaminación de cuerpos de agua. Son
mejores los métodos alternativos para manejar nuestros desechos; una opción
recomendable son los sanitarios secos. En donde ya hay drenaje deberían
separarse las aguas grises del agua del excusado y evitar que el agua de lluvia
se mezcle con el agua sucia. Las aguas grises también pueden tratarse a escala
doméstica o de barrio, y esto es especialmente importante en las partes altas
de las cuencas.
9. Crear ciudades sustentables. Es indispensable cambiar la relación de la sociedad con
el agua. Requerimos ciudades sustentables, es decir ciudades que mantengan un
equilibrio con el campo a su alrededor. En cuanto al agua esto implica cuidar y
regenerar los bosques y apoyar a las comunidades que los conservan, hacer más
eficiente el riego agrícola, restaurar y mejorar las redes de agua potable,
captar y utilizar agua de lluvia, ahorrar y racionar el agua, pagar lo justo
por el servicio de agua potable y devolver la que usamos de la manera más limpia
posible a sus cauces naturales.
10. No a los grandes proyectos hidráulicos, en particular
las presas, la minería a cielo abierto y la fractura hidráulica (fracking). Las grandes presas alteran muy gravemente el ciclo del
agua y son causa de serios daños ambientales y sociales. Es posible almacenar
agua, regular inundaciones y producir energía con proyectos pequeños y
ecológicamente benéficos. Las represas de baja escala pueden estar al alcance
de las personas y comunidades y ser controladas por ellas. La minería a cielo
abierto y el fracking, por otra parte, tienen grandes impactos en los
ecosistemas naturales y suelen contaminar gravemente las fuentes de agua. Hay
que evitar la construcción de más presas grandes y disminuir el daño de las que
ahora existen, así como impedir el daño de la minería destructiva y la fractura
hidráulica para obtención de gas natural.
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